MARPHIL TRAVEL | 06 Octubre 2020
En turco, Pamukkale significa "castillo de algodón", pero "castillo de nieve" captura con mayor precisión la apariencia engañosamente ártica de la montaña. A 160m de altura, Pamukkale es en realidad solo una gran colina cuyo casquete blanco y rígido recuerda una montaña alpina tan perdida en el valle verde circundante como lo estaría un rascacielos brillante en los Alpes. La ilusión de nieve es en realidad travertino, un tipo de piedra caliza creada por una rápida precipitación de bicarbonato de calcio que se origina en las aguas termales.
Después de subir la colina, uno llega a la taquilla de Pamukkale, que es donde termina el pavimento y comienza el travertino. No hay puerta de entrada ni torniquete, solo un banco largo donde los visitantes deben quitarse los zapatos y los calcetines. Para proteger las terrazas de travertino cristalino, todos deben caminar descalzos como peregrinos en un lugar sagrado. No hay lockers, por lo que debes cargar tus zapatos. Los depósitos de calcio crean una superficie áspera, así que, a menos que seas un Rarámuri, los que tenemos las plantas tiernas tenemos que pisar delicadamente como si estuviéramos en una playa de guijarros. Y también te seduce para que camines más despacio porque Pamukkale se parece a la tundra helada, pero el suelo no es hielo sino calcio y no es resbaladizo.
Tu ritmo se ralentiza en parte por la grava de calcio, pero sobre todo por tu demora en las relucientes pozas de agua termal natural, situadas cada cinco metros en la ladera en terrazas. Aunque parecen albercas infinitas donde los osos polares pueden retozar, la temperatura del agua es tropicalmente cálida. Los rayos del sol que rebotan en el terreno blanco aumentan el calor. Las pozas de Pamukkale no son tan calientes como los famosos manantiales geotermales de Islandia, pero la ventaja es un paisaje invernal sin la frigidez, algo así como estar en una versión templada del Polo Sur.
Si ingresas a las pozas, sus suaves pisos de cieno se sienten tan relajantes como caminar sobre una alfombra de seda. Puedes frotar la arcilla suave del suelo por todo el cuerpo para mejorar las propiedades terapéuticas del agua. En la cima de la colina se llega al sitio arqueológico de Hierápolis (“ciudad santa” en griego) donde, durante siglos, la gente solía venir a bañarse en sus numerosas aguas termales. También hay un edificio moderno, un complejo de spa, que alberga una enorme alberca termal al aire libre conocida como la Alberca Sagrada. También se conoce como la Alberca de Cleopatra porque se dice que la reina egipcia nadaba allí.
La Alberca Sagrada de Hierápolis es una de las atracciones más extraordinarias ya que un terremoto hizo que la ciudad cayera en ruinas y ahora algunos de los restos de la ciudad antigua se encuentran en las aguas como un museo submarino. Imagínate nadando en cálidas aguas curativas, donde flotarás entre columnas jónicas caídas, y caminarás sobre las losas de mármol blanco de un templo romano de Apolo, de 2,000 años de antigüedad. Se dice que las aguas de sulfato de calcio y magnesio ayudan a tratar una serie de dolencias que incluyen enfermedades cardíacas, hipertensión, reumatismo y problemas de la piel. Beber el agua es bueno para los riñones y las enfermedades digestivas.
Las mejores temporadas para visitar Pamukkale son probablemente la primavera y el otoño. Si vas en verano, puede hacer bastante calor, por lo que un sombrero, y especialmente gafas de sol, serán muy útiles contra los rayos del sol reflectantes de las cascadas calcáreas. Por otro lado, el clima frío del invierno podría hacer que la experiencia sea un poco incómoda. Subir las cascadas descalzo, con agua fría corriendo río abajo, será una tarea difícil.
Marphil Travel tiene dos programas que visitan Pamukkale: Turquía a tu Alcance y Lo Mejor de Turquía, y, por supuesto, podemos diseñar un viaje a la medida para ti que incluya las atracciones de Pamukkale y Hierápolis.
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